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Ejemplos de casos sobre depresión



La construcción de un modelo de Depresión basado en la expresión emocional de un conflicto por desvalimiento e impotencia del Yo (la destrucción de la autoestima), y sus modulaciones por influencia social y cultural va ser desarrollada por Bibring y Edith Jacobson, entre otros. En esta dirección el papel explicativo de la agresión en el desencadenamiento de la Depresión va a ser crucial para posteriores desarrollos, entre ellos los de Beres, quien define la Depresión como conflicto entre las fantasías agresivas y el Super-Yo, desencadenante de la culpa, antecedente del masoquismo.


Edith Jacobson (1946) discute el impacto de desengaños tempranos en la omnipotencia paterna y la devaluación subsiguiente de las imágenes paternas, sobre la formación del yo de los niños pequeños. Este desengaño continúa con una devaluación y “destrucción” de la auto-imagen infantil y causa una depresión primaria en la niñez, la cual se repite en años posteriores siempre que un desengaño similar se lleva a cabo. Sin embargo Jacobson describe brevemente otra forma de depresión la cual ella llama el tipo “endógeno” o “ligera” o “débil” y la cual ella caracteriza en términos similares a Eduardo Weiss, por una debilidad del yo; “un sentimiento de desilusión de la vida, una fatiga y agotamiento general, vacío emocional, falta de iniciativa y temores hipocondríacos”. En este tipo de depresión, el sentimiento de culpa aparece como una formación secundaria más que como un factor primario, esencial o etiológico. Pata Jacobson la pérdida de autoestima es el eje de la Depresión. Así cualquier factor relevante para la autoestima lo será para la Depresión.


Ejemplos triviales de depresiones “normales” y neuróticas


Durante la crisis política que precedió la guerra reciente, mucha gente se sintió deprimida. Sin tomar en cuenta las maneras específicas como la reacción fue producida en los diferentes individuos, el sentimiento común era que la guerra, la cual ninguno de ellos quería, parecía inevitable; que parecía imposible hacer lo que ellos deseaban, es decir, preservar la paz.


Otro ejemplo: una joven cayó en depresión profunda cuando la movilización general fue ordenada. Ella tenía el sentimiento que su antiguo temor de poderes inclementes desorganizando la vida de las personas, se había hecho realidad. La evidencia de la existencia de estos poderes minaba sus primeros intentos de negar la existencia de estas fuerzas despiadadas y su miedo hacia ellas. El hecho de que era una fuerza más allá de su alcance (el gobierno, los poderes mundiales) le hicieron sentir completamente indefensa y deprimida.


En el caso de un hombre cercano a los treinta años, el motivo persistente para la depresión recidivante no fue muy fácil de descubrir. Él tenía un sentimiento vívido de su propia existencia siempre que tuviese que afrontar complicados problemas, habitualmente profesionales. Cuando estaba obligado por las circunstancias a hacer trabajo de rutina por un período más largo, habitualmente desarrollaba una depresión. El análisis reveló entre otros factores, que cualquier actividad rutinaria le hacía sentirse insignificante, era un receso y no la ocasión de probar su fortaleza, de hacerse más hábil enfrentándose al desafío de la complicada “situación de prueba”. Su depresión acaecía siempre que sentía que su miedo de permanecer incapaz y por lo tanto inepto para afrontar “peligros” y “enemigos”, etcétera, aparentaba volverse realidad.


Se podrían citar muchas situaciones más triviales y situacionales más complicadas: el individuo que está deprimido porque cree que sufre de un cáncer inoperable; la joven que se encuentra sola un fin de semana sin una cita; el paciente que se torna deprimido porque sufrió un relapso inesperado en su neurosis, porque él creyó que los “malos” impulsos bloqueados en forma latente aún operaban en él, o porque no pudo resistir alguna tentación; el individuo que desarrolla una depresión siempre que él o su esposa se enferman o siempre que oye de gente a quienes se ha engañado, gente a quienes él considera honestos, pero no un rival para los “zorros”, etc.


Edward Bibring, M.D menciona que por más triviales que estos ejemplos parezcan, parece presentar un patrón básico que tienen en común. En todos estos ejemplos, los individuos se sintieron ya expuestos sin defensa a fuerzas superiores, enfermedades orgánicas fatales, o neurosis recidivante, o ya al aparentemente inescapable destino de estar solos, aislaos o no amados, o ya inevitablemente enfrentados con la evidencia aparente de ser débiles, inferiores, o un fracaso. En todos los casos, la depresión acompañaba un sentimiento de estar perdidos, condenados, irrespectivamente de cual fuera el terreno conciente o inconciente de este sentimiento: en todos ellos se asestaba un golpe a la auto-estima de la persona, cualquiera que fuese el fundamento de esta auto-estima. Desde este punto de vista, la depresión puede ser definida como la expresión emocional (indicación) de un estado de desamparo e impotencia5 del yo, irrespectivamente de lo que haya causado el colapso de los mecanismos que establecieron su autoestima. Los sentimientos de desamparo no son la única característica. En un análisis más amplio de los ejemplos citados y de otros, se encuentra invariablemente la condición que ciertas metas y objetos narcisísticamente significantes, v.g., pertinentes a la auto-estima, se mantienen fuertemente.


El modelo de Jacobson profundiza en las implicaciones madurativas y actuales de la autoestíma, reformulando las ideas de Freud sobre la identificación regresiva de la melancolía. Jacobson opina que tal identificación surge cuando los límites entre las representaciones del Símismo y de los Objetos se borran, fusionándose ambas imágenes. En este momento el objetivo de la hostilidad del sujeto (la representación objetal que frustra) es indistinguible del símismo. Por ello el sujeto se autorreprocha, desprecia o agrede. La Depresión que así surge es de tipo psicótico, y este modelo no puede generalizarse a las reacciones depresivas no psicóticas.


Las observaciones sugieren que el niño en la fase oral es expuesto más frecuentemente a la impresión traumática de desamparo, particularmente puesto que él es realmente desvalido. Reacciones similares pueden ser establecidas por cualquier frustración de las necesidades vitales del niño en y después de la fase oral, por ejemplo, de las necesidades del niño de afecto (Abraham), o por el malogro de las relaciones de mutualidad niño-madre (Erikson, 1950) o por un desengaño temprano en la omnipotencia paterna (Jacobson, 1946), etc.


Fuente:


Edward Bibring, M.D (2019) El Mecanismo de la Depresión. Mentalización. Revista de psicoanálisis y psicoterapia. Recuperado de: https://revistamentalizacion.com/ultimonumero/oct_bibring.pdf


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