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Psicoterapia con un niño que no puede hablar.

Un caso de mutismo psicógeno - Sophie Morgenstern (1927)



Santiago R. de 9 años de edad, es un paciente que acudió a la consulta de Sophie Morgenstern, y quien tiene una herencia materna cargada de elementos esquizoides muy pronunciados. Nació a los ocho meses en noviembre de 1917. Santiago ha pasado por todas las enfermedades infecciosas infantiles y presenta desde la edad de cinco años trastornos en la marcha como consecuencia de una miopatía, A la edad de siete años tuvo dos crisis comiciales frustradas. Es un niño atrasado más bien por falta de asistencia escolar que por escasez de capacidades; éstas son en él muy desiguales.


Hace dos años, en el momento de un cambio de domicilio, el pequeño dejó de hablar durante algunas semanas. Cuando lo llevaron al consultorio del Patronato con Sophie Morgenstern, en octubre de 1926, hacía un año que ya no hablaba con su padre y cuatro meses que no pronunciaba una sola palabra.


En la primera visita al consultorio no quiso contestar al médico, le dio la espalda, se sacudió, intentó arañar y escaparse cuando se pretendió retenerlo. No dejó salir a su madre, se prendió de ella y se sentó en sus faldas. Ya desnudo sobre la camilla para el examen somático, intentó escaparse. Sujetado por dos personas, aún continuaba sacudiéndose. Se decidió que quedara en el Patronato en observación. Allí fue aislado y demostró mucha simpatía por un joven enfermero que de noche tocaba música a su lado y le permitía dibujar, ocupación que agradaba enormemente al pequeño Santiago.


El niño tenía aspecto angustiado, ensimismado, los ojos fijos sobre el piso, no queriendo contestar ni aun con señas las preguntas que Morgenstern le dirigía. Este comportamiento despertó la sospecha de que se trataba tal vez de una esquizofrenia infantil. Sin embargo, Morgenstern tenía la reserva de que esta psicosis es muy rara antes de la pubertad.


Morgenstern afirma que es, entonces, una actitud hostil frente al ambiente, actitud que nos demuestra la preferencia que el enfermo da a su mundo interior, imaginario, frente a la realidad. Está a menudo asociado a un delirio alucinatorio; son frecuentemente voces las que imponen al enfermo el mutismo o los motivos del delirio y le obligan a semejante sacrificio, mientras que en los histéricos, el mutismo representaría la expresión física de un conflicto psicológico.


Santiago es un niño cariñoso, obediente, muy tímido; gusta de la música, pero prefiere el dibujo. Escucha con interés los cuentos; trata de hacerse comprender con sus gestos y se pone colérico si los que lo rodean no llegan a descifrarlos. Todo esto nos demuestra que el mutismo de Santiago no entra en el cuadro de los esquizofrénicos. Su mutismo está basado sobre el conflicto psicológico entre él y sus padres, correspondiente a la historia de su enfermedad.


Fue en el primer encuentro de Morgenstern con el paciente cuando vio los dibujos hechos por él en su casa y en el Patronato. Quedó impresionada, tanto por los motivos en ellos tratados como por la expresión angustiada de las personas representadas. Su atención fue sobre todo atraída por los dibujos realizados por Santiago durante los primeros días de su estadía en el Patronato. El mismo motivo se repetía en dos de ellos: un niño miraba a un hombre con desconfianza y terror.


Morgenstern explica en este primer dibujo, al cual describe como punto inicial de su estudio, que en el lado izquierdo se muestra a un niño, cuya mirada refleja temor, afirmando que sin duda se trata del mismo enfermo. A la derecha, un hombre al que el niño teme; en el cielo se encuentra la luna y un avión.

Habiendo comprobado que el único medio de expresión de Santiago era el dibujo, Morgenstern lo empleó para el tratamiento. Desde la primera sesión lo hizo dibujar. Dio a sus dibujos interpretaciones que Santiago aprobaba o desaprobaba con movimientos de cabeza.


Fue así que consiguió ayudarlo a expresar sus conflictos inconscientes. Ella le preguntaba si tenía una pena, y cuando contestaba afirmativamente, le decía: "Dibújamela." Durante dos semanas Santiago trazó escenas de horror como: Un doble asesinato, un hombre asesinando a un adolescente y él mismo siendo asesinado por un soldado; cabezas cortadas; pájaros y animales de formas fantásticas y en actitudes agresivas; un hombre con un bastón excesivamente largo haciendo sonar la campana de una iglesia; un hombre prisionero en las telas de una araña; una mujer pidiendo socorro. Un segundo dibujo del mismo día está cubierto de animales monstruosos y de hombres con tres brazos y un cuchillo. En otro dibujo Santiago representa las cabezas cortadas de sus padres y al lado "el malo" que ha cometido ese crimen. Fue la interpretación que le dio Santiago cuando habló.





En una sesión posterior tras varios dibujos realizados con Morgenstern, Santiago reveló casi todo su conflicto secreto. Tras el pedido de dibujar los disgustos que había tenido con su padre, representó a toda su familia llorando y explicó con señas que lo hacía a causa de su mutismo. Entonces Morgenstern le solicitó nuevamente que le dibujara la razón por la cual no quería hablar. Hizo un segundo dibujo: un hombre con un cuchillo, un niño y un objeto que interpretó más adelante como su vientre. A la pregunta: "¿Qué te ha hecho ese hombre? ", dibujó un niño en la cama y el hombre del cuchillo al lado de él. Insistió para que le contara, con dibujos, todos los detalles, y fue entonces que trazó, sobre la misma hoja, lo siguiente: un niño, que está de pie, se acerca el hombre del cuchillo y se muestra una evidente escena de castración·



Morgenstern aprovechó esta ocasión para decirle que nadie le cortaría ningún miembro, que no había motivo alguno para temer ese castigo, que nunca se corrige a los niños en esa forma y que se libraría completamente de sus malas costumbres en cuanto no pensara más en ellas. Al final de la misma sesión Santiago dibujó una escena llena de atrocidades: un hombre ahorcado, una cabeza cortada y tiros de fusil. En la explicación oral que Santiago le dio más tarde de este dibujo habló de un triple asesinato: el rey había matado al niño y a ella, siendo muerto él también.



Posterior a esto Morgenstern trató de romper su mutismo asustándolo. Estrategia que fracasó y tras la cual decidió interrumpir sus sesiones con Santiago para producir en él una reacción. Posterior a este intervalo, Santiago volvió con gran necesidad de expresarle sus angustias a Morgenstern y continúo dibujando, incorporando nuevas angustias como lo son: la enfermedad reciente de su madre, la enfermedad de una enfermera y su temor a la castración.



Santiago posteriormente comenzó a mojar muy a menudo su cama, cosa que antes sólo raramente ocurría. Para explicarle a Morgenstern la causa de este hecho, le hizo un dibujo en el que se representa dormido sobre su cama, con su orinal y varios objetos desparramados a su alrededor. A su pregunta: "¿Has visto esas cosas en un sueño? ", hace un signo afirmativo. Dio más tarde la misma explicación verbal. Santiago repite en otro dibujo todas sus desgracias a causa del hombre del bastón, del cuchillo y de la jeringa. Otro día defecó en sus pantalones, orinó en la escalera y lo ensució todo. Santiago contó con dibujos todas las desgracias que le habían ocurrido. Se lo veía luchar con su mutismo, pero no llegó todavía a romperlo. Con esta conducta, expresó el interés que tenía por las funciones excretorias. Es sobre todo por la serie de dibujos que hizo en su casa, antes de su entrada al Patronato, que conocemos: la importancia que daba a esas funciones. En uno de ellos representa a dos personas sentadas una al lado de la otra, sobre sus orinales, explicándonos más tarde que esas personas son su madre y él.


En el interés de Santiago por las funciones excretorias y la angustia de su conflicto explica Morgenstern, tal vez se haya aproximado a este asunto en uno de sus dibujos de los hombres-lobos que comen a los niños. Se ha inspirado en el cuento de Caperucita Roja, que simboliza el nacimiento. Santiago representa, con los hombres-lobos, el hecho del nacimiento a la inversa, como ocurre a menudo en las leyendas. En otro dibujo, un hombre orina en un orinal al lado de un muchacho con “sus cosas" cortadas. Santiago dice que se trata de su tío y de un varoncito.



Morgenstern está convencida de que quería representarse a él con su padre. La conducta de Santiago revelaba el remanente de las manifestaciones de sus conflictos inconscientes, las de su preocupación de las funciones excretoras. Después que ese conflicto hubo pasado de la capa inconsciente a la de la conciencia, desapareció toda la angustia que lo obsesionaba. Perdió el temor que le impedía hablar, y a la primera ocasión, que fue la visita de sus padres, dos días más tarde, empezó a contestar en voz baja a las preguntas de su hermana.


A partir de dichos eventos, Santiago habla. Desde esa fecha Morgenstern repasó con él todos sus dibujos, pidiéndole su interpretación. Empezó por los últimos, que contienen mayores informes sobre el origen de su neurosis, y terminó con los que había hecho en su casa. Obtuvo así una confirmación muy precisa de la hipótesis que había elaborado sobre el origen de la neurosis y sobre el significado de su mutismo. Al principio no contestaba más que en voz baja y con palabras cortadas. Pero poco a poco consiguió expresarse en alta voz. Su actitud con los que lo rodean ha cambiado también mucho. Se mantiene erguido, mira sin temor alrededor de él y contesta también a las personas extrañas. No orinó en su cama y contestó a las preguntas de las Hermanas. En el Patronato se mantuvo todavía un poco aislado durante el último tiempo de su estadía, ocupado la mayor parte del día en dibujar; pero durante el recreo jugaba con los otros niños, haciéndoles bromas bastante a menudo.



Su actitud para con su padre ha cambiado completamente. Le habla muy amigablemente y demuestra una gran alegría al verlo. Ha ido varias veces de visita a su casa y todos quedaron impresionados del cambio observado en su conducta. Desde hace más de tres meses volvió definitivamente a su hogar. Se porta muy bien y habla casi demasiado.


A Morgenstern le parece también particularmente interesante que Santiago emplea para designar a los objetos que teme los mismos nombres que el enfermo de Freud en Historia de una neurosis infantil. Habla de los hombres lobos que se comen a los niños. El dibujo que hace de ellos no le deja duda alguna de que esos hombres-lobos son un símbolo del padre. Tan pronto están provistos de grandes lenguas que penden de sus bocas, como devoran a niños. Morgenstern afirma no creer estar equivocada al buscar el motivo del mutismo de Santiago en su temor a que le cortaran la lengua como castigo por su masturbación y en la necesidad de castigo por desear la muerte del padre. Ese mutismo tenía, por lo visto, una doble base: el temor al castigo y el castigo que se había impuesto él mismo.


Morgenstern concluye que pese a que se le podría hacer la observación de que su análisis no es completo, ya que no ha conseguido llegar a la reconstrucción del trauma primordial de su enfermo. Piensa que el inconsciente de Santiago ha encontrado un remedio saludable al problema que lo atormentaba desde largo tiempo, solucionándolo en los dibujos simbólicos con los cuales ha dado pruebas de que se daba cuenta del sentido oculto de las relaciones de sus padres. Morgenstern afirma que Santiago fue feliz al encontrar en la persona de la psicoanalista a alguien que comprendía su idioma y que disipaba sus temores sin fundamento.


Este caso nos hace comprender a su vez, la importancia de la técnica del dibujo libre en la psicoterapia con los niños. Siendo en algunos casos, además de una técnica importante para el trabajo con ellos, la única vía de comunicación por la cual nuestro pequeño paciente permite la expresión de sus conflictos más inconscientes y reprimidos. Por lo cual nos resulta fundamental su uso, para el establecimiento de ese vínculo que nos permita comunicarnos, comprenderlo, y ayudarlo a expresar sus angustias y conflictos.

Referencia:

Morgenstern, S. (1927) Un caso de mutismo psicógeno. (Alicia Larguía, trad.) "Revue Francaise de Psychanalyse", 1ere, Année, N° 3; pág. 492.


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