top of page
  • Foto del escritorEPPPOax

Viñetas Clínicas: "La masturbación en la niña como expresión de su feminidad".



Vera Schmidt distingue dos tipos de masturbación infantil, la originada por sensaciones internas (masturbación fisiológica) y la que procede de las circunstancias externas de carácter negativo (alteraciones somáticas, necesidad de amor, etc.), siendo esta última la que el educador no debe reprimir, pues no es dañina en sí misma, sino que debe averiguar las causas que la desencadenan y tras lo que, con las oportunas reorientaciones, cesará.


En “La importancia de los actos de mamar y chuparse el dedo para el desarrollo psíquico del niño”, Schmidt describe pormenorizadamente la evolución de tales conductas y su influencia desde el nacimiento hasta los tres años de edad. Los actos de mamar y chuparse el dedo son completamente naturales y potenciadores de las facultades intelectuales del niño en sus primeros meses de vida, al servirles como instrumentos de conocimiento de su propio cuerpo y del ambiente, siendo necesario para que las citadas conductas sigan su curso evolutivo normal crear un ambiente educativo adecuado.


Casilda M. Casado Sastre plantea en su trabajo “La masturbación en la niña como expresión de su feminidad” la posibilidad de arrojar nueva luz sobre el tema de la interpretación de la masturbación infantil femenina. A diferencia de lo planteado por Freud, que la consideraba "tóxica" y ligada exclusivamente al complejo de castración, ella, comparando también otros autores posfreudianos, discrimina este tipo de masturbación patológica, o actos equivalentes, de la que llama masturbación "feminizante". Ésta sería saludable en la infancia, seguiría el camino de la elaboración edípica y contribuiría a la resignificación de las redes erógenas. Toma extensivamente los conceptos de Winnicott sobre el espacio y fenómenos transicionales para la comprensión de sus ideas. También hace referencia al impacto traumático en el psiquismo que provoca la masturbación suscitada por abuso sexual, y lo compara con los casos anteriores. Realiza esta comparación tomando como puntos de observación: 1) las fantasías suscitadas, 2) la identificación de la niña, 3) la estructuración preedípica o edípica y 4) el nivel de integración pulsional y duelo a elaborar. Por último, presenta varias viñetas clínicas en las que se ejemplifican los distintos casos de onanismo previamente mencionados. A continuación, se muestran las 5 viñetas clínicas incluidas en dicho trabajo, narradas por la misma autora, así como sus conclusiones finales:


1. Tami (diez años): Tami fue traída a la consulta por ser obesa, tendiente a la hiperobesidad. La separación de sus padres era disparadora de su síntoma. Comía de manera compulsiva, y esta conducta alimentaria era un equivalente masturbatorio. Ambos padres eran muy narcisistas, se maltrataban y eran indiferentes hacia la niña y hacia sus necesidades. Lo que parecía importarles en forma casi exclusiva era que curase a "la gorda". Tami funcionaba para ellos como el "botín de guerra", y melancólicamente se hacía cargo de la imposible tarea de unirlos.


Cuando la niña llegaba a su casa del colegio, nadie la recibía; entonces, de manera maníaca, intentando llenar su vacío emocional, devoraba los postres que encontraba en la heladera. Luego se encerraba en su habitación a ver TV. Esta conducta era otro equivalente de la masturbación patológica. La retracción narcisista al seno materno, el llenar el vacío de objeto con sustitutos adictivos, daban cuenta de la pobreza de los vínculos que se le ofrecían. Tenía recurrentemente unos granos en la entrepierna, que se le infectaban por "roce". Tami se refería al frotamiento que le provocaban sus piernas gruesas al caminar, pero también al roce compulsivo de sus genitales durante sus ensoñaciones diarias mientras miraba televisión. Se daba la búsqueda autoerótica por desinvestidura libidinal, además de la exposición a la mirada desvalorizante ajena y propia, ya que había que hacerle curaciones en su zona genital. Esto aparecía en parte como búsqueda de castigo por sus sensaciones y, fundamentalmente, como confirmación de su castración. Se identificaba con una imagen denigrada de mujer. Sus padres olvidaban permanentemente sus horarios o cambiaban los compromisos de la niña, incluso sus sesiones, para acomodarlos a sus propias conveniencias. Cuando empezó el año lectivo, la madre llevó tarde a la niña al colegio; ella protestaba porque, al llegar tarde, todas tenían ya compañeras de banco, se sentaban de a dos, y la clase sumaba un número impar. En su sesión vincular con su madre le decía: "[.,.] por llegar tarde me siento sola, nadie quiere estar conmigo [...]". Cuando yo le interpretaba lo sola que se sentía cuando mamá le fallaba, ella negaba su dolor y, enfurecida conmigo (y protegiendo a su madre), me gritaba: "¡Nooo! Te digo que me siento [del verbo sentar] sola, no que me siento [del verbo sentir] sola, ¿entiendes?" El tratamiento progresaba; dejó de temer y negar, pudo enojarse y pedir. Luego de tediosas vicisitudes en la relación con su padre, se fue produciendo un encuentro entre ambos. Él fue comprendiendo lo que la niña necesitaba. Había formado también una nueva pareja que trataba con cariño a Tami, y la niña comenzó a identificarse con ella como modelo de mujer. Este cambio en la relación con su padre la hacía sentir muy culpable con su madre. Después de unas vacaciones que la niña pasó junto a su hermano y su padre solos, se sintió muy valorada y estimulada, ocupando el lugar de la mujer del padre. Tami conversaba con frecuencia del cuento del Jorobado de Notre Dame; su preocupación era Cuasimodo, representante de la dama "jorobada", su madre. Luego del viaje mencionado, al que la madre accedió sin quejas, dibujó sin culpa a Esmeralda, la bella gitana protagonista también de esa historia, bailando seductora para su novio. Se sucedieron una serie de dibujos que ponían de manifiesto sus fantasías edípicas a pleno: Esmeralda bailaba con una pandereta en la mano, luego con una flor en la mano, colocadas sobre sus genitales. En la sesión se creaba un clima de misterioso silencio, había algo que ella ocultaba mientras se hamacaba en su silla. Entonces hablamos de su amor por su padre, de su identificación con la sensual Esmeralda y de su masturbación, poblada por todas estas fantasías "feminizantes”.


2. Rocío (ocho años): Observé a la niña jugar; ella no sabía de mi presencia. Había desplegado en el piso un escenario hogareño, donde había living, cocina, habitaciones, etc. En esa casa había varias parejas de Barbies y Kens que se trataban con cariño. Una pareja partía contenta en auto hacia una fiesta, ella le preguntaba si estaba linda, y él la halagaba por su vestido; otra pareja estaba sentada, se trataban de: "querida", "mi amor", parecía que charlaban de sus hijos; había otra pareja que venía caminando, buscándose, y al encontrase se abrazaban y besaban. Comenzó entonces su actividad onanista.


3. En su trabajo Masturbation in Latency, V. Clower relata el caso de una niña de siete años que se estimulaba con un chorro de vapor en el clítoris, fantaseando que patinaba haciendo piruetas con su profesor de esquí. La escena terminaba con besos y abrazos entre ambos. (En 2 y 3 se observa la masturbación "feminizante").


4. Magdalena (nueve años): Magdalena fue traída a tratamiento por su madre, y su padre se hizo cargo con posterioridad. Sus padres se habían separado cuando ella tenía tres años. La niña presentaba frecuentes momentos de desconcentración en la tarea escolar que, como vimos, representaban sus ilusorios "viajes" para reencontrarse con su madre, su padre o ambos a la vez. Ellos se ausentaban durante largos períodos debido a sus compromisos laborales, y la niña y su hermano quedaban al cuidado de su abuela materna, mujer tan cariñosa como lo eran sus padres; pero Magdalena no deseaba sustitutos. Ella era vivaz, inteligente y comunicativa. Su juego preferido era el de disfrazarse y jugar a que era una cantante, como su madre. En una etapa regresiva y de gran frustración en su vida, Magdalena cambió súbitamente de cualidad en ese juego. Empezó a colocarse la ropa de manera tosca, inadecuada; también a pintarse la cara con colorinches, que más que destacar sus facciones, las desbordaban. Realizaba esta operación dándome la espalda, a veces sentada en su silla, hamacándose y pivotándola sobre las dos patas traseras. Luego se volvía hacia mí e intentaba asustarme emitiendo, en tono imperativo, una voz gruesa, desagradable. Contratransferencialmente, lo lograba. Además, se generaba un clima sórdido y de tensión angustiante. Su juego era bizarro, ya no era una niña jugando a ser mujer, sino una caricatura grotesca de una identidad femenina; parecía un travesti. Intentando comprender y descifrar el cambio a lo largo de sucesivas sesiones, le dije que parecía querer comunicar algo que le daba miedo, que a mí me asustaba porque me costaba reconocerla. En forma imperativa, con voz ronca y con la mirada perdida, me mandó callar esa y otras veces; yo debía obedecer. Interpreté sus pintarrajos como el desborde sensorial en un cuerpo que no podía contener tal excitación, localizada en el asiento de su silla en movimiento rítmico. Yo era su doble pasivo, que debía permanecer callada, soportando su actitud amenazante. Suponía que se sentía sola porque me daba la espalda, y si yo debía soportar esa voz como si fuera la suya, era porque alguien estaba viviendo de ese modo imperativo en su interior; pero le dije que eso no lo íbamos a permitir. Magdalena dibujó un colectivo. Posteriormente pudo verbalizar que el chofer del micro escolar le tocaba los genitales. Con mucha dificultad fue refiriendo que, como era la última en el recorrido, acostumbraba sentarse adelante con él y le pedía que le enseñase a manejar. El hombre accedía y la niña se sentaba con él en el mismo asiento. Ella quedaba llena de culpa y confundida, sometida a lo que él le indicaba, es decir, que no comentara nada, ya que nada había sucedido.


5. Lillie (dieciocho años): Lillie era hija natural. Si bien sus padres se habían casado, la noticia del embarazo hizo que el padre abandonara el hogar. Desde entonces fue criada principalmente por su abuela materna y por su madre, que cumplía una función de hermana mayor. Llevaba el apellido de la madre. Estaba también el abuelo, pero parecía no participar del cuidado de la niña. La madre había contraído matrimonio nuevamente con un hombre mayor que ella, que les brindaba seguridad afectiva y económica. Él hizo muchos intentos de acercarse a la joven, pero ella lo rechazaba. Lillie vino al análisis por deseo propio, porque se sentía deprimida. Acostumbraba encerrarse en su cuarto a escuchar música durante horas; también se desvelaba de noche. Una vez transcurrido un largo tiempo de tratamiento, supe que era una experta en materia musical. Daba la impresión de estar siempre muy pasiva, sometida y poco rebelde para su edad. Manifestaba el clásico apego a la figura materna que señalaba Freud. Se relacionaba con los muchachos de modo fóbico o contrafóbico; a veces, elegía a aquellos que no podían comprometerse con ella, como su padre. Al terminar el colegio, se animó a buscar al padre y él la negó nuevamente. Tuvo mucha dificultad en elegir una carrera; lo hacía de acuerdo con lo que suponía que eran mis deseos o los de su madre; no tenía permiso para encontrar los propios. A pesar de ser inteligente, profunda y reflexiva, se desvalorizaba y se sentía sin derechos. Por lo tanto, su inminente inicio sexual y su futuro como mujer eran preocupantes. Me sorprendió, entonces, que sus primeras experiencias sexuales fueran satisfactorias; se observaba una buena integración anímica y sensual. Esto, sumado a que Lillie recordaba su masturbación infantil y puberal con naturalidad, me llevó a pensar que habría una buena ligazón con el padre inconsciente que aún no había sido descubierta.


Otro dato significativo fue un viaje que hicieron ella, su madre y sus abuelos a Nueva York. Lillie contaba que allí el abuelo se había "escapado" a escuchar jazz en varias oportunidades, ya que su hija y su mujer gustaban de otros tipos de música. Pero a Lillie también le gustaba el jazz. Además, había empezado a tomar clases de canto lírico, con un profesor con quien estableció una relación afectuosa. Él descubrió sus especiales dotes para este tipo de canto y la estimuló para que las desarrollara. En la actualidad Lillie es una cantante lírica. Junto a la experiencia mencionada, surgió en su análisis un recuerdo infantil largamente reprimido: por las tardes, ella y el abuelo escuchaban música juntos, ella sentada en sus rodillas mientras jugaban al "caballito". Éste es otro ejemplo de masturbación "feminizante" donde, por el rastreo inverso, dado por la observación de su experiencia sexual actual y a través de un recuerdo infantil, se evidencia la ligazón con el padre.


Conclusiones de la autora


Según lo planteado, en el tipo de onanismo "feminizante" se observan las siguientes características:


1. La fantasía que aparece es la de una escena primaria benévola con características edípicas. Priman las imágenes y sensaciones de movimiento, la unión con un partenaire masculino y la mirada del hombre (padre) que da significado erógeno a su cuerpo.


2. Las niñas se identifican con la madre (o sustituía) en sus deseos femeninos hacia el padre.


3. El padre (o sustituto) que las valora está presente desde lo simbólico y la realidad. Es decir que la función paterna ha sido experimentada por la presencia del padre desde la sensorialidad cinética (Salas, E., 1978).


4. No se observan como predominantes fantasías que sustenten deseos bisexuales o pulsiones perversopolimorfas.


Por lo contrario, en la masturbación patológica, o en los actos que sustituyen a la masturbación (tales como el rocking, el chuparse el pulgar, el tirarse del cabello o arrancarlo compulsivamente, el comer compulsivo, etc.), encontramos las siguientes características:


1. La fantasía que acompaña al acto es regresiva, narcisista, pasiva y con características preedípicas. Priman las escenas de soledad, vacío e indefensión.


2. La niña se identifica con una madre desvalorizada. Regresivamente, se somete a un objeto oral primitivo y frustrante. La fantasía de deseo que aparece es la de retorno al vientre materno.


3. Los aportes narcisizantes de sus padres o sustitutos son insuficientes o han sido interrumpidos, lo que impide un acceso a la figura paterna.


4. Prevalecen las fantasías bisexuales y las pulsiones perversopolimorfas.


En la situación de abuso sexual por masturbación, se observa lo siguiente:


1. La fantasía que acompaña el recuerdo de la escena es regresiva, agresiva y con características preedípicas. Se escenifican situaciones de parálisis o sensaciones de pérdida de control.


2. La niña se identifica con el agresor. Se siente culpable, y se protege a sí misma y al agresor en sí a través del mutismo o reprimiendo la experiencia. Se siente a merced de un objeto primitivo, perseguidor, que la fetichiza y la convierte en su falo.


3. No se observa una relación de alteridad.


4. Prevalecen las pulsiones perversopolimorfas.


Trabajo original:


Casado, S. C. (2004) La masturbación en la niña como expresión de su feminidad. Revista Latinoamericana de Psicoanálisis. Vol 6. Asociación Psicoanalítica Argentina. Recuperado de: http://www.fepal.org/images/2004REVISTA/casado.pdf

121 visualizaciones0 comentarios

Comments


bottom of page