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Viñetas clínicas: La relación paranoide



Ya Freud (1911) y, después, Waelder (1952) habían insistido en las particularidades del pensamiento y estilos cognitivos de la relación paranoide. Waelder (1902) propuso un esquema de clasificación epistemológica de las proposiciones psicoanalíticas, apareció en 1963 el primer modelo que reconocía un espacio de acceso ininterrumpido a los estratos más profundos de la personalidad, expuesto por Kohut y Seitz (1963). Los casos clínicos fueron, sin lugar a dudas, la base para muchas de las deducciones clínicas y teóricas que hizo Freud. Y tanto estos, como otros casos suyos, seguirán siendo fuente de inspiración para el Psicoanálisis.


En 1936, Robert Waelder aclaró el "Principio de función múltiple”. Amplió la formulación de que los síntomas psicológicos eran causados ​​por el conflicto y lo aliviaban simultáneamente. Además, los síntomas (como fobias y compulsiones) representaban cada uno elementos de algún deseo pulsional (sexual y / o agresivo), superyó, ansiedad, realidad y defensas.


Jorge L. Tizón García nos muestra en su trabajo “La relación paranoide: la vida desde el búnker”, material del análisis de dos pacientes en los cuales la organización paranoide de la relación era la predominante, pero sin que hubiera dado lugar a un delirio o delusión paranoide ni estuviese asentada sobre una ruptura esquizofrénica. Partiendo de la consideración de la organización relacional paranoide como uno de los modelos, organizaciones o pautas básicas de la relación psicopatológica.


El Sr. P. es un intelectual que comenzó su tratamiento psicoanalítico hacia la treintena, tras haber realizado a lo largo de su vida anterior al menos otros dos tratamientos, uno de ellos una psicoterapia psicoanalítica prolongada. De niño posiblemente también recibió algún tipo de ayuda psicológica o intentos de ella, pero nunca ha quedado claro el cómo y el porqué de la misma, aunque el Sr. P padeció una enuresis nocturna hasta la adolescencia. Dicha adolescencia fue tempestuosa. No hay duda de que pasó por situaciones de gran sufrimiento mental, que probó de contrarrestar intentando enrolarse en diversos cuerpos militares, paramilitares y organizaciones de «uniformados» en las cuales no pudo continuar, tanto por razones externas como porque se hallaban en excesiva contradicción con sus creencias y sentimientos más profundos. Desde el punto de vista de la psicopatología descriptiva, el analista tuvo pocas dudas acerca de que su diagnóstico debería ser el de «trastorno paranoide de personalidad», si bien la presentación y la clínica que durante las crisis le dominaba podía parecer de «trastorno por ansiedad generalizada» o incluso «trastorno por angustia». En la triangulación originaria el objeto paterno era vivido como falso y mentiroso, pero muy «aparente» y la madre, como «poco aparente», poco vistosa, dejada de lado, confusa, poco delimitada como persona y como madre, anonadada por la figura del padre.


El Sr. B, por el contrario, se trata de un trabajador no cualificado que, gracias a su viveza e inteligencia, ha podido montar un pequeño negocio, que le va muy bien, pero en el cual, a menudo engaña y/o teme ser engañado. También acudió a tratamiento por un cuadro aparente de ansiedad generalizada, pero basado en ansiedades persecutorias, en este caso menos elaboradas y sujetas a control yoico, le hacen responder con persecuciones y ataques. Con la consecuencia de que, entonces, puede pasar a ser perseguido en la realidad. Ha tenido varios procesos legales y delitos de faltas (por violencias ocasionales). Su diagnóstico descriptivo probablemente habría de ser el de «trastorno límite de la personalidad».


En la triangulación primordial también existía una madre confusa y mentirosa patológica y un padre que acabó por abandonarla, primero mediante continuos engaños e infidelidades y después, separándose de ella. A partir de entonces (o tal vez ya antes) la actitud de la madre en la triangulación consistía fundamentalmente en azuzar a los hijos contra el marido, de forma que el paciente no volvió a hablar con su padre sin pelearse hasta después de la adolescencia, cuando aquel le ayudó económicamente a comenzar su pequeño negocio. Y, a pesar de todo, seguía con las discusiones violentas con él. Todas sus fantasías de aproximación y aproximaciones reales a su padre, durante años de tratamiento, estuvieron dominadas por la ansiedad persecutoria desbordante, hasta el extremo de que, si podía, evitaba cruzarse con él en la calle. Poco a poco, esa visión de su padre ha ido cambiando por otra más tolerante o, al menos, ambivalente, y últimamente, por una cierta pena ante las desviaciones esquizotípicas y la marginalidad progresiva del progenitor.


Tizón comenta que el ser humano dominado por tal tipo de organización relacional («el patrón suspicaz» de Millon 1999) puede presentarse y vivirse a sí mismo como un «sufrido y sacrificado ser humano» que siente que «así es la gente». Por ello, en realidad es difícil que el paciente capturado por una organización paranoide estructurada acuda voluntariamente al tratamiento. En la medida en la cual la desconfianza básica (Erikson 1963; Tizón 1982-1996) le domina, no acude voluntariamente al tratamiento, sino que le traen, le obligan... a menos que esté sufriendo importantes crisis de ansiedad o trastornos distímicos por problemas relacionales de los cuales pueda culpar a los demás. Y, a pesar de ello, intenta dar impresión de capacidad e independencia. Más, como suele sentirse dañado y perseguido, por eso es un justiciero, que exhibe sus cualidades morales por contra de la inmoralidad que le rodea. Como explican Millon y Everly (1985) o Millon y Davis (1999) desde el paradigma cognitivo de la psicopatología especial, en la conducta instrumental es fundamentalmente pasivo y en cuanto a la fuente que le refuerza, hacia la que se orienta, se muestra o independiente o profundamente ambivalente.


Complementa agregando que este tipo de paciente, en la medida en la cual la conciencia de sus propios conflictos agresivos es mínima, se presenta a menudo como un coleccionista de injusticias y normas (rígidamente seguidas). En los aspectos emocionales de la relación tiende a verse dominado por la vergüenza y la humillación —como todos nosotros, cuando entramos en organización paranoide. Sin embargo, como decía, a menos que la organización se halle estabilizada en un transtorno paranoide de la personalidad o mediante una delusión paranoide, la entrada en organización paranoide conlleva un aumento de la ansiedad. Menciona hay que tenerlo siempre en cuenta, pues a menudo tal ansiedad (persecutoria) está aparentemente controlada por la persecución y proyección. Se trata de intentar la instilación en los otros (objetos internos e incluso externos) de la desconfianza y el odio: Es muy importante lograr meter sus heces /perseguidores en los demás, objetivo consciente e inconsciente que, si se consigue, a menudo le hace sentir una emoción hipomaníaca de triunfo («te he jodido»), que puede facilitar organizaciones perversas de la relación. Pero tanto por su dedicación al control y a evitar ser controlado, como por ese triunfo maníaco y perverso que no puede dejar de exhibir, provoca la reacción de los demás. Así, los más paranoides suele acabar por ser perseguidos en la realidad, con lo cual se cierra el círculo paranoide. Se trata de un bucle que posee una gran estabilidad relacional, como bien ilustran los pacientes celotípicos y, a nivel artístico, por ejemplo, dramatizó William Shakespeare en su Otelo o Peter Weiss con el personaje de Marat (médico y revolucionario) en Persecución y asesinato de Jean-Paul Marat (P. Weiss 1964).


Tizón complementa esta parte diciendo que todo lo anterior no debe hacernos olvidar ni dejar de percibir los momentos en los cuales, desde las primeras entrevistas, se hace patente el anhelo real del paciente de cariño, ternura, honestidad, continuidad en el otro, es decir, su (ambivalente) deseo de confiar en alguien. Por eso intenta sondear al terapeuta, de quien desconfía profundamente. Por eso, en psicoterapia y, más aún, en análisis, realiza investigaciones detectivescas sobre el mismo y acaba llegando a saber nuestros datos demográficos y profesionales, nuestras insuficiencias, vida social, errores, narcisismo, deshonestidades, cuando existen... Se trata de un dato de fundamental importancia antes de comenzar un tratamiento psicoanalítico con un paciente de estas características pues, si encuentra aquellos fallos, inmediatamente tiende a separarse atacando, resentido, y ello puede proporcionar importantes problemas de todo tipo al terapeuta (incluidos los problemas legales y económicos).


Waelder refiere que en una situación de conflicto todo método de solución que perciba una experiencia como procedente del exterior y a sí mismo sometiéndose a estas fuerzas exteriores es un intento de solución para ciertos problemas, gratificación de relaciones de amor y odio, reacción defensiva y otras cosas del estilo. Y que la resolución de ciertos conflictos de contenido por medio de su proyección (el mecanismo paranoide específico) es sin duda algo formal en la vida psíquica y, no obstante, esta forma no es independiente del contenido (en ese caso, de la vida instintiva) porque esta forma aparece preferentemente en el caso de una constelación instintiva que también puede satisfacerse por medio de ella o de su significado. De aquí que, de acuerdo con el principio de la función múltiple, pueda decirse que el contenido de la vida psíquica, sobre todo de la vida instintiva, tiene importancia para la elección de las formas de solución –abreviadamente, para la forma– y para las posibilidades del tratamiento de los problemas formales en el psicoanálisis.


Referencias:


Tizón, G. J. L. (2003) La relación paranoide: la vida desde el búnker. INTERSUBJETIVO - Nº 2, Vo. 5, Pags. 163-192. Recuperado de: https://www.psicoterapiarelacional.es/Portals/0/Documentacion/JTizon/Tizon_Relacion_paranoide.pdf


Paniagua, C. (2008) Abordajes técnicos al análisis del ello. Revista Internacional de Psicoanálisis en Aperturas. Número 030. Recuperado de: http://www.aperturas.org/articulo.php?articulo=0000559


Waelder, R. (2012) El Principio de la Función Múltiple: Observaciones Acerca de la Sobredeterminación. Psychoanalytic Quarterly, vol. 5 nº1, 1936. Traducción del original alemán publicado en 1930 Traducción e introducción de Víctor Hernández Espinosa. Recuperado de: http://www.temasdepsicoanalisis.org/wp-content/uploads/2012/01/PDF-Waelder.pdf


Trabajo completo de Jorge L. Tizón García:


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